Dibujar es mi forma más espiritual de habitar el mundo. Es en el dibujo donde mis ideas toman forma antes de estructurarse; todo comienza como un boceto. La serie “Dibujos espirituales” se construye sobre hojas de papel naturalmente envejecidas, rescatadas de libros antiguos. En ellas descubro la belleza de lo efímero y lo frágil, un valor estético que se revela en su superficie.

Sus tonos —madera cálida, casi dorada— me remiten a la textura y al color de la piel humana. Esta afinidad entre papel y piel ha abierto en mí un nuevo camino creativo, despertando un profundo interés por el arte del tatuaje.

El contenido de mis obras explora una imaginería que podría definirse como un neosincretismo "religioso": una mezcla de lo sagrado con lo banal, lo violento y lo cotidiano. Presento escenas cargadas de contrastes, donde figuras tradicionales —la cruz y la espada (religión y militarismo)— se insertan en contextos que remiten tanto a la historia colonial como a las guerras contemporáneas.