VLADIMIR RENDEROS

Memorias de fuego
La serie está compuesta por placas de cerámica balística que, aún en su estado crudo, fueron sometidas a disparos con armas de diferente calibre. El proceso, registrado en video y fotografías, se exhibe en instalaciones junto a las piezas resultantes, configurando un diálogo entre acción, documento y objeto.
Se trata de otra manera de dibujar: un monumento a lo trágico. Un dibujo proyectado hacia el campo expandido de las posibilidades materiales y simbólicas. Aquí, el lápiz se convierte en una pistola, y el soporte es una lasca de barro crudo, cuyo espesor y tonos tierra evocan la piel humana. El barro, por su naturaleza, dialoga con la tradición ancestral precolombina, y al mismo tiempo, con la cosmovisión occidental de la creación: el humano formado a partir de tierra y destinado a volverse esto, "polvo eres y en polvo te convertirás".
Disparar desde lo irracional es encarnar al agresor, al victimario; es situarse fuera de los marcos éticos, morales o judiciales. En un gesto que roza los límites entre la violencia y la creación.



Disparo 9mm
Impactos de bala sobre placas de barro crudo, acción realizada en el polígono de tiro Bicentenario, registro fotográfico del proceso, y resultados expuestos en el Lobby del Teatro L. Poma, como parte de la exposición ANTIPERSONA, 2018



Disparo M16
Impactos de bala sobre placas de barro crudo, acción realizada en el polígono de Artillería militar salvadoreña, registro fotográfico del proceso, y resultados expuestos en el Lobby del Teatro L. Poma, como parte de la exposición ANTIPERSONA, 2018



(Detalles)
Placas de cerámica balística, y al inferior izquierdo un grabado en bajo relieve de revolver 38 mm, realizado en barro quemado, presentadas en el Lobby del Teatro L. Poma, como parte de la exposición ANTIPERSONA, 2018
Proyección de video Memorias de fuego en la sala del CCE, El Salvador, como parte de la exposición MARTIRIO, 2020
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Referencias
“La destrucción como pasión creadora”, parafraseando a Bakunin, se convierte aquí en un eje conceptual. También resuena la influencia de Ai Weiwei en sus gestos radicales, como el acto de romper cerámicas, donde lo irreparable adquiere sentido poético y político.
A diferencia del célebre performance de Chris Burden —aquel disparo recibido en su propio brazo—, en esta ocasión es el artista quien empuña el arma y ejecuta el gesto. Ninguna persona resulta lastimada en el proceso: la violencia simbólica se inscribe únicamente sobre la materia. El barro, que también hace presencia en “Mis manos son mi corazón” del artista Gabriel Orozco, constituye otra metáfora de lo que, en “Memorias de fuego”, resulta ser un órgano diferente, la piel.
De esta manera, también hago un puente con la literatura y el pensamiento salvadoreño de Roque Dalton y Horacio Castellanos Moya, cuya estética —saturada de ironías y cinismos— ilumina una lectura crítica del presente.